Había una vez un niño que se llamaba Luis. Él frecuentaba la EBI y siempre hablaba
que quería servir a Dios. Luis se imaginaba como debería ser la vida de los discípulos
en el pasado. Un día, Luis tuvo una excelente sorpresa, pues la educadora de la
EBI enseñó sobre la vida de los discípulos de Jesús. Era la oportunidad que
él quería para aprender sobre ellos. En aquel día, Luis se enteró que,
antes de que siguieran a Jesús, los doce discípulos tenían sus profesiones,
pero dejaron todo para hablar del Reino de Dios Luis se quedó tan impresionado
en el asunto que preguntó lo que debería hacer para tornarse un discípulo también.
El niño quería ser un siervo de Jesús, pues le parecía algo muy bueno ayudar a
las personas. La educadora explicó que la palabra discípulo quiere decir aprendiz,
y que todo aprendiz tiene un maestro, en lo cual se debe obedecer y hacer todo lo
que él mande. Niños, ¿Quién es nuestro Maestro? (espere la participación) ¡Jesús!
Luis estaba aprendiendo que no era tan fácil tornarse un discípulo de Jesús, pues
lo que deseaban servirlo deben hacer la voluntad de Él todos los días.
Pero, Luis estaba decidido y dijo todo animado para la educadora que quería
servir a Dios. Entonces, ella continuó explicando para la clase que todo discípulo
de Jesús debería conocer y practicar las dos importantes enseñanzas del Maestro
Jesús, que son: amar a Dios sobre todas las cosas, más que todo en nuestra vida,
y amar al próximo como si estuviéramos amando a nosotros mismos.
Al oír estas palabras, Luis contó para toda la clase que él y la mamá habían ayudado
a dos niños que estaban cerca de su casa. Luis dijo que lo niños estaban sucios
y con mucha hambre. Entonces, la mamá de Luis tomó ropa de él, las ordenó
adentro de una bolsa, adonde también colocó comida y galletitas, y preparó una
jarra con jugo. Después, ella y Luis fueron hasta los dos niños y entregaron aquella bola.
Luis dijo para la educadora que se puso muy contento en poder ayudar a los dos
niños y hasta habló de Jesús para ellos. ¡Clase, la educadora se puso muy feliz
con la actitud de Luis! Ella dijo que él había comportado como un verdadero
discípulo de Jesús y que todos los niños deberían aprender con la actitud de él.
Amiguitos, Luis aprendió que para ser un discípulo de Jesús tendrá que amar
a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo, las persona que están sufriendo.
Por eso, debemos hablar con nuestro Dios diariamente, a través de las oraciones,
leer la Biblia y estar atentos para hacer Su voluntad. Quien desea ser un discípulo
de Jesús diga “yo”. ¡Amén! Educadora haga una oración con la clase.